Tatiana era una joven barista, quien todos los días se levantaba temprano para ir a trabajar en la cafetería más importante de la ciudad. Desde que comenzó su trabajo había sido muy respetuosa y amable con todos sus clientes, especialmente con su jefe, Don Quiñones, quien aunque a veces fuera un poco exigente, ella siempre trataba de complacer en todo lo que él quisiera.
Una mañana como cualquier otra, Tatiana se encontraba preparando el café en la cocina cuando de repente escuchó la voz fuerte y autoritaria de su jefe, que la hizo sentirse intimidada y asustada. Él le había gritado que apurara la preparación del café que él quería para desayunar, y como siempre tratando de ser amable, ella se apresuró a terminar la preparación.
Una vez que tuvo listo el café, agarró la taza y caminó cuidadosamente hasta la oficina de Don Quiñones, tratando de no derramar una sola gota.